20 Nov, 2025
En el Tercer Sector y en la Economía Social hablamos cada vez más de impacto. Pero, si rascamos un poco, la pregunta incómoda sigue ahí: ¿qué cambia realmente en la vida de las personas con todo lo que hacemos? Es la que decidimos abordar junto a Iñigo Retolaza, Inés Bergaretxe Jauregibeiti y Eduardo Escobés, el pasado miércoles 19 de noviembre.
En el encuentro “Impacto que importa” partimos justamente de ahí. No de las modas, ni de las siglas, ni de los softwares, sino de una idea sencilla: impacto = cambio en la vida de las personas y en la sociedad, no aumento de actividad ni mejora del Excel. Y quizá, más que de “impacto”, nos convendría hablar de contribución: cómo aportamos, junto a otros actores, a esos cambios que decimos querer.
La experiencia de la Comisión Ciudadana Antisida lo ilustra. Tenían memorias llenas de datos, gráficas y tablas… pero las personas apenas aparecían. El equipo, altamente asistencial, sentía que “el dato deshumaniza”. La clave no ha sido una gran herramienta tecnológica, sino algo mucho más básico: conversaciones uno a uno, cafés, escucha. Desde ese vínculo, las personas sí pueden decir qué necesitan, qué les duele, qué les importa. Y ahí aparece una pista central:
Lo que ellas nombran como importante es lo que deberíamos estar midiendo y de eso que es importante es donde parte la gestión de impacto.
Por su parte, la teoría del cambio se planteó no como un esquema bonito para informes, sino como un marco para pensar mejor el cambio:
- ¿Qué cambio deseado queremos ver?
- ¿En qué contexto?
- ¿Qué condiciones deben darse (personales, relacionales, culturales, estructurales)?
- ¿Qué vamos a hacer nosotras y qué pueden hacer otros?
- ¿Qué signos de cambio queremos seguir en el tiempo?

Esto obliga a mover cosas profundas: liderazgos, estructuras, lenguajes, hábitos. Gestionar desde el impacto, entendido así, no es un añadido técnico: es tocar la cultura organizativa.
Y queda otra pregunta de fondo, nada menor: ¿a quién necesitamos demostrar el impacto? Si la respuesta honesta es “a la administración, para que siga financiando”, corremos el riesgo de jugar al “solitario compartido”: tú me pides indicadores, yo te los fabrico, nadie mira si realmente cambian vidas. El reto es otro: construir una cultura del impacto que cuide la verdad de la experiencia, que ponga a las personas en el centro y use los datos para lo que deberían servir: aprender, decidir mejor y cuidar mejor.
Eragile
Para no dejar todo esto en teoría, se presentó ERAGILE, una apuesta de EDE para impulsar una cultura del impacto en el Tercer Sector y la Economía Social y Solidaria de Euskadi. Su horizonte: un ecosistema de entidades más capaz de mostrar su contribución a la inclusión y la cohesión social, con evidencias sencillas que ayuden a decidir mejor.
Se proponen dos comunidades de aprendizaje y práctica abiertas gratuitamente a entidades:
- Alfabetización en gestión y medición de impacto
- Del entender al hacer: diseña tu teoría del cambio

