Miradas
Nerea Atxa, Área de Mayores EDE Intervención Social

 

La Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1990, designó este 1º de octubre como el Día Internacional de las personas de edad. Un día que, en muchas ocasiones, pasa desapercibido para el conjunto de la sociedad y cuya única celebración se restringe a los espacios en los que este grupo de personas se encuentra representado en su mayoría.

Sin embargo, es necesario que las personas de edad se hagan visibles y que su voz se escuche más allá de esos muros y pueda trascender así, al resto de la sociedad. Una oportunidad para que sean reconocidas de otra manera, sin caer en estereotipos ni prejuicios asociados únicamente a su edad.

Desde EDE Intervención Social, nos unimos a esta voz. Y respondemos diseñando y gestionando servicios y programas que ponen el foco en la promoción de la autonomía, en sus capacidades y no tanto en sus déficits, en la toma de sus propias decisiones y poniendo siempre en valor su experiencia adquirida a lo largo de los años.

Alzamos la voz para ahondar en la necesidad de planificar los cuidados y apoyos desde una Atención Integral Centrada en la Persona, apoyando a la persona, y a su familia en su caso, en el desarrollo y planificación de su proyecto de vida, con el fin de conseguir que pueda dar los pasos necesarios para lograr sus deseos y sus metas personales. Recursos de apoyo flexibles, cuya oferta de atención sea diversificada con el fin de poder cubrir el amplio abanico de situaciones y competencias sobre las que habrá que intervenir. Intervención que abarca diferentes áreas de la salud biopsicosocial (funciones fisiológicas, psicológicas, psicoafectivas, relaciones familiares, participación comunitaria…) y sí poder dar cabida a la persona en su conjunto y contemplar sus necesidades desde un enfoque más integral.

Una atención que responda a los diferentes momentos de evolución del proceso de envejecimiento de la persona, en la que no existan ceses si no que, por el contrario, sea un fluir de una intervención a otra y ajustar su intensidad.

Con todo esto, garantizando así un plan de intervención en proceso adaptado a las necesidades reales en cada momento de la persona mayor, con o sin dependencia y, por ende, de su familia cuidadora, con el fin de poder articular un continuo de atención.