Miradas
Equipo de los servicios y programas de intervención en el ámbito de la mujer – EDE Suspergintza

 

Reflejo de la realidad actual de las mujeres e hijos/as expuestos a violencia

Convivir a este nivel de intensidad con la violencia genera un falso control de los movimientos y rutinas diarias, traduciéndose para la mujeres en una reducción de cotas de libertad, dificultad en la puesta de límites personales, retorno a comportamientos de sumisión, evitación de conflictos…es decir, un despliegue de herramientas de protección pero con un mayor aislamiento y soledad en su propio hogar. En definitiva, la convivencia se recrudece y el maltrato se transforma.

Mientras haya existencia de vínculo físico, emocional y/o económico con el agresor, la realidad puede llegar a distorsionarse más aún si cabe: invitaciones voluntarias al confinamiento, dudas de retorno a la relación o mayor dificultad ante una posible ruptura y/o divorcio. Es una etapa de gran confusión emocional debido a que las mujeres permanecen en una “luna de miel” (nuevos acercamientos románticos, muestras de apoyo y disponibilidad, esperanzas de cambio…) dentro del ciclo de la violencia que sufren habitualmente. A esto se añade una generalizada desmejoría anímica, desajustes en las rutinas básicas -de sueño, alimentación…- y posibles consumos abusivos (alcohol, azúcar…) que les dañan a nivel cognitivo, físico y emocional, teniendo una mayor incidencia en mujeres con trastornos de salud mental y/o mujeres mayores. En estos momentos de alerta sanitaria, es significativo el miedo al contagio ante el incumplimiento de las medidas de seguridad por parte de algunos agresores con salidas innecesarias e incontroladas, poniendo en riesgo la salud de la unidad convivencial.

La comunicación hacia el exterior es una oxigenación necesaria así como poder realizar pequeñas salidas funcionales a la calle, opciones que no siempre son accesibles para todas. Aumenta la importancia de una red adecuada de apoyo social y familiar para afrontar esta etapa alejadas de espacios y estímulos externos positivos que les reportaban bienestar, tranquilidad y entretenimiento. En cuanto al ámbito laboral-económico, no dista de la realidad social actual (pérdidas de empleo, ERTE´s…) pero con el agravante de que su empobrecimiento se perpetúa y la falta de conciliación hace mella en su funcionamiento familiar donde la sobrecarga laboral, económica y doméstica ya venía de serie. En muchos casos, las ayudas sociales y el apoyo asistencial vuelven a imperar como una necesidad para sobrellevar la cotidianidad.

Respecto al contexto judicial, resaltar el desajuste inicial de la normativa respecto al cumplimiento de los regímenes de visita y alternancias de custodia, momentos de incertidumbre que son aprovechados para ejercer presión y miedo por parte de los progenitores agresores. Esta adaptación de las medidas civiles se ha recomendado por las instituciones llevarla a cabo mediante un acuerdo entre progenitores, elemento de conflicto que sigue alimentando el maltrato psicológico ya existente. No se debe obviar la incidencia extra en aquellos casos en los que existe una custodia compartida. La paralización de los procesos judiciales civiles y penales está suponiendo un paréntesis de las medidas a establecer, dejando no resueltas diversas situaciones familiares. En relación a las denuncias, no ha habido un aumento significativo pero se prevé una importante avalancha cuando cese el confinamiento y las mujeres recuperen su autonomía. En resumen, va a darse un importante retraso-colapso en los Juzgados que va a afectar considerablemente los procesos de ruptura y salida de la situación de maltrato. Además el aumento de la presencia policial en calles y desplazamientos favorece la disuasión en los intentos de acoso e incumplimientos de acercamiento de los agresores no convivientes, cesando temporalmente este tipo de agresiones y por tanto manteniendo el distanciamiento obligado, lo cual aporta cierta seguridad y tranquilidad a la mujer.

Es importante destacar que el actual contexto también abre una puerta al positivismo y a la oportunidad. La bajada del ritmo frenético cotidiano brinda la posibilidad de un espacio y tiempo para la reflexión personal, oxigenar las vivencias con un alivio emocional momentáneo y por supuesto, una crianza más apegada. Estos aspectos suman en la recuperación de las mujeres y de sus hijos/as por lo que es importante poder aprovechar este impulso vital y la resiliencia latente en la intervención socioeducativa.