Miradas
Lula Gómez, responsable de Comunicación Proyectos Luz Casanova

 

Hay historias de intervención social especialmente difíciles en las que no se sabe qué va antes, si el huevo o la gallina. Hay veces que en lo social nos encontramos con la serpiente que se muerde la cola y surge el bloqueo. Se pone quizás un parche pero se está lejos de resolver una difícil situación de múltiples cabos que van enredándose unos con otros. ¿Cómo dar respuestas, por ejemplo, a los jóvenes extutelados, cómo acompañar a esos todavía adolescentes que se ven sin hogar, sin futuro, en la calle y sin ningún acompañamiento?

En la Fundación Luz Casanova y Obra Social Apostólicas del Corazón de Jesús, tras nuestro trabajo de años en inclusión e igualdad, hay cosas cada vez más claras, y una de ellas es la prevención e intervención temprana para que esas duras realidades no se cronifiquen y se puede ver una salida de ellas. Porque el deterioro físico y psíquico que sufre una persona en la calle mata, repetimos desde Faciam, red a la que pertenecemos. Y lo peor, lo hace a una velocidad absoluta: el deterioro que sufre una persona en la calle es brutal.

Por eso, urge la actuación inmediata, uno de los pilares del proyecto Impulsa, un programa pensado para trabajar con jóvenes en situación de sin hogar que acaba de cumplir los 100 días de funcionamiento y que ya presenta resultados esperanzadores. Es decir, vamos consiguiendo cambiar las cosas, que esa serpiente no se vuelva a morder la cola. La iniciativa se enmarca en el Convenio de atención a personas sin hogar que Faciam mantiene con el Ayuntamiento de Madrid. Lo desarrollamos Cáritas Madrid, Fundación Benéfica San Martín de Porres, Sercade y Obra Social Apostólicas del Corazón de Jesús, entidades pertenecientes a su red en Madrid.

Sí, tras tan sólo tres meses de trabajo con ellos y ellas (jóvenes cuya media de edad es 21 años), se constatan avances importantes, unos datos que tomamos con precaución entendiendo siempre el difícil contexto de la población con la que estamos trabajando, jóvenes en exclusión severa. Así, el 94,29% del centenar de participantes están en diferentes cursos de formación para el empleo y un 15% de ellos ha conseguido un permiso de trabajo.

La metodología pasa por otra de las máximas que repetimos desde el Tercer Sector y que no es otra sacarles de las calles y alojarles en pisos o pensiones. “Es el punto de arranque para luego ofrecerles un acompañamiento individual y grupal para que accedan a derechos como la sanidad, la vivienda, el trabajo, la educación… y a una independencia económica para valerse por sí solos. Ese trabajo de recuperación de sus derechos resulta fundamental para su inserción en la sociedad. Pero no sólo eso, su implicación y participación en las actividades ofrecidas son una palanca importante para romper con los estereotipos y el aislamiento que recaen sobre ellos, así como el discurso del odio y la aporofobia”, señalaba hace unos días Julia Almansa, Directora de la Fundación Luz Casanova y vicepresidenta de FACIAM. Queda mucho por hacer, queda consolidar sus derechos y queda una amplia lista de espera para entrar en el proyecto, pero los datos que ofrece esta forma de trabajar son una luz en el camino.