Miradas
Eduardo Escobés

 

Llevamos años construyendo un discurso relacionado con la necesidad de promoción del Tercer Sector social y sus organizaciones. Hablando de su contribución, su historia y sus estrategias. Peleando para construir redes de articulación, espacios de incidencia social y política, capacidad de interlocución y colaboración público-social. Diseñando estructuras y espacios para prestar servicios, generar atención y reivindicar derechos. Escribiendo tantas veces que nuestras organizaciones son una expresión de la “sociedad civil organizada”, asumiendo la riqueza de su heterogeneidad. Y todo esto es bueno, ha sido bueno. Y hay que seguir haciéndolo.

 

Pero no podemos mirar hacia otro lado… La experiencia de estos largos días de pandemia y confinamiento ha ayudado a recordarnos, por si se nos había olvidado, que hay otra “sociedad civil organizada”. Esa en la que la que las personas, libremente sin estructura ni organización formal, se han ofrecido e intercambiado cuidados y atenciones, en la que se han compartido alimentos y comidas, en la que se han preguntado sobre enfermedades y malestares. Sin poder abrazar, sin poder besar, sin poder estrechar manos, pero haciéndolo a través del gesto y la palabra. Una “sociedad civil organizada” llena de vecindarios y barrios que han sido capaces de generar una articulación de intenciones y de vínculos. Un potencial que quizá hemos contribuido a ocultar desde un exceso de pensamiento tecnócrata en el que la solidaridad y la autoorganización “de proximidad” han quedado encajonadas en esquemas rígidos y formalidades.

Compromiso, vínculo, emoción, espontaneidad, proximidad… Comunidad sin que medie la obligación de un contrato, de un acuerdo, de una ley o de una cartera de servicios. Una experiencia que ha de ser la “piedra de toque” para volver a mirar, y hacerlo de otra forma, a lo comunitario. Ojalá que la “nueva normalidad” vaya en la línea de recoger, reconocer y reconstruir una sensibilidad diferente hacia lo comunitario. Porque ahí es donde está lo mejor de nuestras vidas y aquellas contribuciones en las que realmente nos ponemos en juego como personas y como sociedad.

Y para construir esa “nueva normalidad” con la comunidad…

  • Animémonos a recoger las experiencias que se han vivido en nuestros barrios y vecindarios.
  • Acerquémonos a quienes las han protagonizado, bien porque las han impulsado o bien porque, participando en ellas, han visto que su vida ha sido algo más llevadera durante estos días.
  • Hablemos sobre ellas, preguntémonos sobre lo que nos han aportado al bienestar y sobre todo al sentimiento de vínculo, de vitalidad, de ser y sentirse parte de algo colectivo.
  • Dejemos de lado ordenadores, dispositivos electrónicos, cuadros de Excel, miradas tecnócratas… y permitamos que lo que hable sea la vida, y la vida compartida. ¡A ver qué dice! ¡A ver qué nos dice!